Empezaré como cualquier historia caricaturesca e infantil, aunque anticipo que esta historia no es infantil en lo absoluto.
Había una vez dos policías, bueno como decir, uno lo era y el otro parecía serlo, era en México, para ser exacta en la ciudad de Tijuana, en el año 2011, ya hace mucho tiempo de eso porque justo en este momento que escribo en la compu tengo 100 años, pero como toda longeva que ha experimentado te daré un contexto de lo que acontecía en aquél tiempo para que tengas las herramientas y si quieres construyas una lectura semiótica de mi novela.
El domador de México era Calderón Hinojosa ya se estaba entrenando al nuevo domador analfabeta a Peña Nieto que junto con su gaviota al hombro la cual ya se estaba viendo volar entre los pinos entrarían a la residencia oficial.
Tijuana ya se había quedado sin humanos, solo existían hombre y mujer pero ya casi no se distinguían, las mujeres habían tomado el papel de María Félix y los hombres estaban enajenados tomando cerveza y apoyando al equipo local, que en ese mismo año subió a primera división. Jorge Hank estuvo arraigado según porque le habían encontrado armas pero en ese tiempo Rommel a todos los detenidos les encontraba cosas bélicas para estancar investigaciones, las radio tribunas estaban pegando, diario los mismos, hablando de lo mismo, echándole a lo mismo, desperdiciando el tiempo del tiempo.
La tele parecía rescatar las cosas más impactantes, los temblores, la destrucción, la muerte, la violencia causada por el mismo ser humano que dejo de ser, “ser humano” poco antes del 2011, El hombre ya no tomaba un tiempo libre, porque no sabía ya que era experimentar la libertad, ahora vivía esperando la noticia sangrienta, formaba parte indirecta del narcotráfico por el solo hecho de ser espectador.
Tijuana estaba más pobre en todas las cuestiones, las fábricas ya contrataban por unos meses, los salarios disminuían, el gobierno se vendía como prostituta con todos los ciudadanos , haciendo creer que combatía la pobreza, que le interesábamos, que construía puentes y carreteras de mi México que ya eran concesionadas por gente de alto poder, que la nueva reforma educaría a tantos, que había detenido a varios para que la droga no llegara a mi ni a mis hijos, pero yo ni hijos tenía en aquel entonces y era algo que pensaría hasta diez veces antes de traer niños a esta desgraciada vida, porque siendo sincera la nuevas reformas reforzaban la pobreza política de tantos partidos.
A veces al subir al transporte público que dejaba de ser público cuando el chofer subía a todo volumen la música, pensaba en la pobreza humana, en esa condición tan incómodamente conformista, miserable.
En que todo lo que nos mostraban tanto medios y la gente de poder es por encimita. Tengo miedo, tengo miedo y tengo miedo. El gobierno proponía en aquel entonces más educación pero no proponía trabajo. Declaraba la guerra pero como me hubiera gustado saber que carajos hacían con los grandes decomisos de dinero, me hubiera gustado que me diera de perdida para mis pasajes a la universidad.
Tijuana era catastrófica para aquel entonces.
Después del gran apagón que duró horas y horas, donde la gente mostró su dependencia a la electricidad, como me hubiera gustado quedar sin luz por siempre, no importa que sea la mujer más cruel de este mundo, lo soy.
He de continuar diciendo que conocí a una familia de la sierra alta de Chiapas, no podrás creer mi desconocido lector, el hombre de la familia porque como así se acostumbraba aún en algunos lugares, ganaba $5.00 pesos al día. Me costó trabajo a mis 22 años entender eso. Porque la tele me mostró otra cosa, y no solo ese medio, sino la radio, el periódico, el internet y la publicidad me transmitían mentiras, como la canción de la leona dormida, los medios me enamoraron a base de mentiras.
Conocí a Martitititita Zavala de Calderón y así como su nombre diminutivo, hacía otros años atrás se tomó fotos con migrantes muy sonriente pero la migración seguía igual. Porque es de rigor si un hombre llega a la presidencia traer encadenada a su esposa a otras instancias gubernamentales como el DIF, ¿Por qué? Óigame no, no es necesario hay gente mejor preparada para esos cargos, hasta yo que en ese entonces estaba por terminar la carrera hubiera hecho un mejor trabajo por mi México, pero como ha pasado el tiempo.
Ya pararé con estas verdades y proseguiré con la historia.
Había una vez dos policías, bueno como decirte, uno lo era y el otro parecía serlo. Estaban los dos en la patrulla, en eso vieron de lejos a un hombre desaliñado, con los zapatos gastados y que cojeaba, muchas cosas tristes para un solo individuo y creo que también tenía los ojos llorosos y no había comido. Se aproximaba.
El que sí era policía y tenía una corona de ética en la cabeza, le dijo al que era policía pero que se había pasado la ética y su entrenamiento por entre sus piernas
-Ya viste a ese hombre hay que subirlo a la caja
Entonces el policía respondió
-pa´ luego es tarde, ya va el primero del turno.
A lo que el otro contestó: -Yo decía para ayudarlo, que no vez que esta como perdido, a lo mejor sufrió algún golpe.
El policía dice:
-¿Tu crees? ese wey tiene cara de que le hace al cristal, la mariguana, se ha de inyectar. ¿Que prefieres que ande robando o de una vez remitirlo?
Se bajaron los dos de la unidad e interrogaron al señor. El sol estaba muy fuerte.
-¿Que pasó amigo de que picadero vienes? Ya sabrán ustedes quien dijo eso.
El hombre contestó: No vale, me acaban de deportar no soy de acá.
Volvió a cuestionar el mismo policía:
-¿Qué drogas traes en la mochila? haber ¡ábrela!
El hombre quita la mochila del hombro y la abre, dentro está un cambio de ropa sucia. Basura de algún alimento.
-¿Traes credencial, cartera?
El hombre dijo: cartera si, la identificación me la quitó la migra.
A pesar de que el hombre traía su pulsera de deportación prosiguió el policía.
El policía de la corona solo observaba el rostro de preocupación del señor, los ojos llorosos.
-El policía chafa le pidió al otro que le esculcara la ropa y si lo hizo, y encontró en una de las bolsas traseras del pantalón, sucio, pobre, una pequeña foto donde aparecían cuatro personas. Y una dedicatoria que decía.
Regresa pronto, siempre te esperaremos.
Como el hombre estaba de espaldas, repagado a una pared no vio que el policía metió la foto al bolsillo y junto con ella un billete.
El policía de la corona le dijo al otro policía ¡vámonos cabrón! aquí no ha pasado nada, déjate de pendejadas y como mostró autoridad el otro obedeció y lo dejaron libre bajo los rayos del sol.
Esto pasó en Tijuana, en la que inventé en esos años que fui feliz y cuando la vida universitaria me mostraba un sinfín de oportunidades cuando cerraba los ojos.
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